Con El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) disfrutamos de unos de los personajes-villano más logrados y redondos del cine: el Doctor Hanibal Lecter en la piel de Anthony Hopkins. Su trabajo logra que, a pesar de ser un personaje siniestro, se simpatice con él, en cierta medida, y se desee que escape de las garras del aborrecible Chilton.
Olvidemos pues que Hanibal Lecter es un psicópata sanguinario en la escena siguiente, la escena crucial de la película. Clarice (Jodie Foster) visita por última vez al doctor para lograr alguna pista más en el caso Búfalo Bill. En el quid pro quo que Lecter ha establecido con ella - tú me dices, yo te digo-, la partes, sin embargo no estan igualadas. Clarice acaba relatando el episodio más secreto y doloroso de su infancia, el que la hace ser como es.
El rasgo más notable del personaje de Hanibal Lecter es, pues, su capacidad de Dominante, auténtico controlador mental (capaz de hacer que un indeseable se trague su propia lengua, a distancia). Capaz, asimismo de sentir empatía y hasta admiración por la que es dominada, porque es un alma fuerte y honesta. Los dedos que se entrelazan, al final, son muestra de ello, una poderosa imagen que alivia la tensión en segundos.
martes, 31 de marzo de 2009
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1 comentario:
Curiosamente hay quien ve en Starling una sumisa y en Hanibal un dominante.
Yo creo que no. Creo que son dos iguales, dos "Cazadores" y como tal se reconocen Hanibal respeta a Starlign por su honestidad y porque es un reflejo en positivo suyo. Donde en Hanibal hay oscuridad en Starling hay luz.
A ella no le hace ninguna gracia contarle determinadas cosas pero cede "Consiente" porque quiere lo que tiene que darle Lecter a cambio.
Y ese cruce de dedos esa caricia esbozada tiene para mi mas carga erotica que una pelicula porno.
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