martes, 31 de marzo de 2009

Dominación mental en El silencio de los corderos

Con El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) disfrutamos de unos de los personajes-villano más logrados y redondos del cine: el Doctor Hanibal Lecter en la piel de Anthony Hopkins. Su trabajo logra que, a pesar de ser un personaje siniestro, se simpatice con él, en cierta medida, y se desee que escape de las garras del aborrecible Chilton.

Olvidemos pues que Hanibal Lecter es un psicópata sanguinario en la escena siguiente, la escena crucial de la película. Clarice (Jodie Foster) visita por última vez al doctor para lograr alguna pista más en el caso Búfalo Bill. En el quid pro quo que Lecter ha establecido con ella - tú me dices, yo te digo-, la partes, sin embargo no estan igualadas. Clarice acaba relatando el episodio más secreto y doloroso de su infancia, el que la hace ser como es.

El rasgo más notable del personaje de Hanibal Lecter es, pues, su capacidad de Dominante, auténtico controlador mental (capaz de hacer que un indeseable se trague su propia lengua, a distancia). Capaz, asimismo de sentir empatía y hasta admiración por la que es dominada, porque es un alma fuerte y honesta. Los dedos que se entrelazan, al final, son muestra de ello, una poderosa imagen que alivia la tensión en segundos.

domingo, 29 de marzo de 2009

Una nefasta experiencia en Delitos y faltas

Delitos y faltas (1989) es una de las grandes películas de Woody Allen, una disección corrosiva sobre la moralidad. Con un reparto coral magnífico (Martin Landau, Angélica Huston, Alan Alda, Mia Farrow), la historia se centra en la impunidad de un crimen y el sentimiento de culpa.

Se entrecuzan asimismo, historias paralelas, entre las que destacamos la escena siguiente: Clifford (Woody Allen) de visita en casa de su hermana Bárbara (Caroline Aaron) escucha una tremenda confesión: un desafortunado y escatológico encuentro con un desconocido.

La escena, lejos de ser cómica, presenta la desoladora situación de muchas mujeres. Encontrarse sola y necesitar afecto lleva en ocasiones a experiencias desagradables y, en este caso, muy humillantes. Woody Allen la refleja con admirable sencillez.

jueves, 26 de marzo de 2009

Connor y la Diosa, en Historias de Filadelfia

Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940) es una comedia sofisticada y de enredos con tres de los mejores intérpretes de la edad de oro de Hollywood: Cary Grant, James Stewart y Katherine Hepburn. La narración se situa en el día previo a la segunda boda de Tracy (Hepburn), niña mimada de la alta sociedad de Filadelfia. Su primer marido, C.K. Dexter Haven (Grant) invita de forma maquiavélica, a dos periodistas para que cubran el evento.

Una de las más bellas escenas presenta al periodista Connor (James Stewart) deslumbrado por Tracy. Consciente de su inferioridad social, de su imposibilidad de acceder a una mujer que se presenta al mundo como una Diosa, Connor se muestra con absoluta naturalidad. Y es él quien deslumbra a Tracy. Ella, siempre altanera, frívola y despegada del resto de los mortales, ve cómo el periodista puede estar a sus pies si así lo quisiera... Y no lo hace. Le tiene a su merced y la mirada de él está llena de devoción. Podrían ser la pareja perfecta.

Pero estamos en los 40 y no hay lugar para la sumisión masculina sin prejuicios ni para las mujeres que desean ser Diosas, sin que se las tache de arpías. El final de la película es el final de la Diosa.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Los rudos montañeros de Siete novias para siete hermanos

Siete novias para siete hermanos (Stanley Donen, 1954) es una comedia musical colorista y a ratos un poco cursi, pero llena de encanto. Su argumento se basa en el mito del Rapto de las sabinas y narra cómo los hermanos Pontipee, hartos de su forzada castidad allá en las montañas, raptan a las chicas solteras del pueblo cercano. Siete fornidos machotes y siete doncellas sonrientes que bailan, cantan y se enamoran. Una delicia.

La escena del baile en la fiesta es quizás la más famosa. Los hermanos Pontipee se enfrentan en una danza con los petimetres del pueblo para conquistar a las damiselas. Los pollos pueblerinos hacen sus numeritos de acrobacia con poca soltura. Poco pueden hacer frente a los montañeros que saltan, brincan y hacer virguerías sobre un tronco. Fácil saber con quiénes se quedan las damas.

lunes, 23 de marzo de 2009

Jeffrey observa en Terciopelo azul

Terciopelo azul (David Lynch, 1986) está considerada como una película de culto de los ochenta por su puesta en escena y guión surrealista y excesivo. Una película oscura, siniestra y llena de símbolos. La oreja cortada que da inicio a la historia es la puerta por la que Jeffrey (Kyle MacLachlan), el estudiante feliz, entra en un mundo perverso.

En una de las escena cruciales, Jeffrey permanece escondido en casa de Dorothy (Isabella Rossellini), sin que ésta lo sepa. Asiste así a la llegada de Frank (Dennis Hopper) y observa cómo Dorothy le sirve y le apacigua. Frank es un psicópata que mantiene secuestrados al marido y al hijo de Dorothy y, aprovechándose de ello, la esclaviza y abusa sexualmente de ella.

No es una escena de contenido BDSM, la de la violación, pero si lo que ocurre después: ver cómo violan a Dorothy excita al joven Jeffrey. Lo interesante de la narración es, por tanto, ver cómo el estudiante de vida anodina intuye los placeres del ser Dominante. Al ser espectador de una escena de inusitada crueldad, Jeffrey descubre que su deber es proteger a Dorothy, pero también acaricia y se obsesiona con la imagen de la bofetada que ella le pide y él le da.

viernes, 20 de marzo de 2009

Mis Dominantes favoritos: Tarzán de los monos

En la época de las dos cadenas de televisión ponían películas de Tarzán los sábados por la tarde. Tener doce años y merendar viendo a Tarzán es un hecho que marca. El Tarzán de Johnny Weissmuller, lógicamente, con Chita, el Monte Mutia donde siempre cae un negro porteador y el río con cocodrilos de plástico.

Tarzán es el hombre elemental, sanote y bondadoso, un tipo básico que trata a la única mujer que conoce con el desparpajo del macho Dominante. En la escena, perteneciente a Tarzán de los monos (W.S. van Dyke, 1932), la primera del ciclo de Johnny Weissmuller, éste saca a Jane (Maureen O, Sullivan) a rastras del hueco del árbol. Y aunque ella chilla y se desespera, él permanece inmutable y sobre todo, curioso.

Siempre protector, dispuesto a aprender, humilde y fuerte, inocente, incorruptible, paladín de Jane -que en todas las películas es apresada por la tribu de salvajes sanguinarios y ahí está el tío para salvarla-. El mítico Hombre-mono.

jueves, 19 de marzo de 2009

Jim disfruta de la sumisión en American Pie

American Pie (Paul Weitz, 1999) es una comedia del género "adolescentes de instituto salidos", gamberra y bastante tosca. El argumento es el de toda la vida: los chavalitos que quieren perder la virginidad antes de acabar el instituto. La fiesta de graduación típica de los yanquis. Los valores familiares. La popularidad. Pero a pesar de lo predecible del guión, la película cuenta con algunos personajes extraordinariamente frescos, un magnífico ritmo y momentos realmente divertidos (para paladares poco exquisitos).

La escena D/s es muy breve y está al final de la película. Se produce entre Jim (Jason Biggs) y Michelle (Alyson Hannigan), cuando lo que parecía iba a ser un desvirgamiento poco prometedor para Jim, acaba siendo una verdadera iniciación a la sumisión. Me han usado, dice Jim al despertar. Y lo repite tan contento que resulta casi una declaración de principios.

martes, 17 de marzo de 2009

Otra mala imagen del BDSM: Pulp fiction

Mi admirada Pulp fiction (Quentin Tarantino, 1994) cuenta entre sus personajes con tres presuntos miembros de la comunidad BDSM, pero no se fíen, no son verdaderos, afortunadamente. Es casi lo único que puedo reprocharle a la película, esa escena grotesca que nos deja tan mal a los demás.

No encuentro la escena completa, pero pongo en antecedentes: Butch (Bruce Willis) y Marsellus (Ving Rhames) han sido secuestrados por dos moteros psicópatas: Maynard y su coleguita Zed. Éstos guardan en el sótano muchos juguetes chungos y también al Tarado, el esclavo con máscara de cuero que sólo saber mugir. Butch logra escapar y, tras unos instantes de indecisión, decide rescatar a su enemigo Marsellus, al que están violando. La venganza es tan sangrienta que hasta sientes piedad por los moteros sádicos.

La escena, en aquel 1994, cuando yo sabía poco del BDSM, me causó tanta congoja que pasé mucho tiempo sudando a chorros cada vez que miraba una capucha de cuero. Imperdonable, señor Tarantino.

lunes, 16 de marzo de 2009

La entrega de Mina en Drácula de Bram Stoker

La versión que Francis Ford Coppola hizo de Drácula es una historia de amor imposible más de que terror. Sin entrar en la fidelidad a la novela de Bram Stoker -uno de los textos más terroríficos que yo haya leído-, la película aborda la búsqueda por el atormentado Conde Drácula, "a través de océanos de tiempo", de su amada muerta.

En la escena, el Conde (Gary Oldman) se aparece ante Mina (Winona Ryder). Ambos se han reconocido y ahora ella se le ofrece para siempre. Es una entrega incondicional que implica la muerte en vida, ser una no-viva para la eternidad, igual que el Conde. Coppola entendió la escena como un momento de arrebatado romanticismo: Quiero ser lo que tú eres, ver lo que tú ves, amar lo que tú amas.

La entrega culmina con el intercambio de la sangre de cada uno, convertida en un acto de enorme carga erótica. El mordisco del Conde, doloroso y placentero; pero sobre todo, la sangre que Mina chupa del pecho de su amante, elegante metáfora de una felación.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Cadena y collar en El halcón y la flecha

El halcón y la flecha (Jacques Tourneur, 1950) es, en mi opinión, una de las más maravillosas películas del género de aventuras. Cuenta cómo el intrépido Dardo (Burt Lancaster) lidera la rebelión contra el Duque Urbis, el malvado aristócrata que ha secuestrado a su hijo e impone el terror en la Lombardía.

Famosa por la secuencia de acrobacia de Dardo y su fiel Piccolo (Nick Cravat) en el castillo del duque, la película cuenta con una de las actrices que mejor encarnaron el papel de heroína en los años 50: Virginia Mayo. Ésta, en el papel de sobrina del Duque, Anne de Hesse, es secuestrada por Dardo con objeto de ser usada como rehén.

En la escena, Anne es secuestrada por Dardo y para que no escape, se le hace llevar un collar de hierro al cuello, unido a una cadena. La película es deliciosamente ingenua, alegre y elemental en su planteamiento del bien y el mal. Anne, que odia al principio a su secuestrador, deriva poco a poco sus sentimientos en admiración y amor. La lectura del collar y la cadena nada tienen de BDSM, pero se han quedado, desde aquellas sesiones de películas del sábado por la tarde, en mi colección de imagenes míticas.

martes, 10 de marzo de 2009

Insatisfacción en Shortbus

En Shortbus (John Cameron Mitchell, 2006) se desarrolla una historia coral de gente con problemas afectivos y sexuales. Más afectivos que sexuales aunque aparentemente sea el sexo el motor de la película. Y eso es lo que la hace ser más interesante y menos vacía de lo que podría suponer.

El club llamado Shortbus es el local donde el sexo fluye sin prejuicios. Donde la pareja gay que busca experimentar con terceros descubre los lazos que les unen. Donde la terapeuta anorgásmica observa, es observada y aprende a relajarse. Se folla mucho y se conversa más aún, así que la película puede resultar pelín snob.

Pero es que no es una película que pretenda provocar mediante el sexo explícito, que lo tiene, sino mediante la exposición de preguntas y deseos normales y cotidianos: la necesidad de afecto, la comunicación entre parejas, el ansia por liberarse... Que la desinhibición sexual sea la respuesta es la base, quizás algo ingenua, de la película. Pero también creo que su mérito, ya que presenta el sexo como una actividad tan natural y tan desprejuiciada que da gloria ver cada escena -especialmente la genial autofelación.


De entre todos los personajes, destaca Severin (Lindsay Beamish) una Dómina profesional bastante aburrida de su trabajo que busca la estabilidad amorosa. Su apariencia dura y antipática esconde un corazoncito así de tierno que desea llenar. Pero no lo tiene fácil porque porque paradójicamente el amor tiene más reglas y tabúes que el sexo.



lunes, 9 de marzo de 2009

Títulos de crédito de Tamaño natural

Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1973) plantea una historia de Dominación y sumisión muy peculiar. Aún siendo una de las menos apreciadas del tandem Berlanga/Azcona y con serios problemas de ritmo, merece la pena repasarla por la situación que plantea.

La película narra cómo Michel (Michel Piccoli), un maduro de vida apacible, compra una muñeca hinchable y descubre el placer de la Dominación absoluta. Con ella lo puede todo y eso trastornará su vida hasta el delirio. Y es que ni siquiera poseer al ser más dócil y sumiso inimaginable es sinónimo de plenitud.

En los títulos de crédito, Michel llega a casa y desenvuelve la compra que ha hecho. Todo es lento y apacible, Michel comprueba con deleite que ha hecho una compra muy satisfactoria.

jueves, 5 de marzo de 2009

El sumiso Profesor Rath

El Ángel Azul (Josef von Stenberg, 1930) fue la película que encumbró a Marlene Dietrich y el personaje de Lola-Lola le dio el aura de mujer fatal que le acompañó siempre. Sin embargo, el personaje clave de la película y la creación más asombrosa es la del actor Emil Jennings como el Profesor Rath.

El Profesor Rath es un hombre prudente y estimado en la ciudad, famoso por su severidad con los alumnos. Una noche sigue a algunos de ellos al cabaret El Ángel Azul, donde asiste al espectáculo de la bella Lola-Lola. Ya nada será igual para él.

Usualmente la crítica describe cómo el personaje del Profesor deviene en un pelele humillado por la cantante. De hombre sabio se transforma literalmente en un payaso y cae en la ignominia. Lola-Lola se ha convertido en la mujer sin escrúpulos destructora de la buena moral.

Desde la perspectiva D/s, la historia podría tomar otro cariz: el Profesor que siempre ha vivido constreñido por reglas de buena conducta decide desafiar a su sociedad y a su estatus. Él ama realmente a Lola-Lola y se hace su esclavo, su hombre payaso, su obediente servidor. Probablemente sean los años más felices de su vida.

En la escena, el Profesor Rath da el primer paso hacia Lola-Lola. Aún mantiene la compostura, pero no puede evitar ponerse a cuatro patas para recoger los cigarrillos que torpemente ha tirado. Y la defiende caballerosamente del capitán baboso, haciendo público así su interés por ella.