Mi admirada Pulp fiction (Quentin Tarantino, 1994) cuenta entre sus personajes con tres presuntos miembros de la comunidad BDSM, pero no se fíen, no son verdaderos, afortunadamente. Es casi lo único que puedo reprocharle a la película, esa escena grotesca que nos deja tan mal a los demás.
No encuentro la escena completa, pero pongo en antecedentes: Butch (Bruce Willis) y Marsellus (Ving Rhames) han sido secuestrados por dos moteros psicópatas: Maynard y su coleguita Zed. Éstos guardan en el sótano muchos juguetes chungos y también al Tarado, el esclavo con máscara de cuero que sólo saber mugir. Butch logra escapar y, tras unos instantes de indecisión, decide rescatar a su enemigo Marsellus, al que están violando. La venganza es tan sangrienta que hasta sientes piedad por los moteros sádicos.
La escena, en aquel 1994, cuando yo sabía poco del BDSM, me causó tanta congoja que pasé mucho tiempo sudando a chorros cada vez que miraba una capucha de cuero. Imperdonable, señor Tarantino.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario