Las brujas de Eastwick (George Miller, 1987) fue una comedia con un notable éxito en los ochenta y uno de esos papeles donde el histriónico Jack Nicholson se siente cómodo. Él es Daryl Van Horne, un demonio centrado en dos de los pecados capitales más placenteros: la gula y la lujuria. Invocado una noche de tormenta por tres aburridas y solitarias damas de un aburrido pueblecito, el diablo trastorna por completo la vida del trío de mujeres.
En la escena, las brujas disfrutan de su nueva vida. Su nuevo Dueño las inicia en un mundo de placeres y perversiones donde casi todo es posible. A partir de ese momento, Alex (Cher), Jane (Susan Sarandon) y Sukie (Michelle Pfeiffer) irrumpen en la puritana vida de Eastwick como un vendaval de corrupción.
Película entretenida, tiene sin embargo un final moralista que desmerece. Aunque, haciendo una lectura BDSM del mismo, es también lo propio que ocurre con aquellos amos ineptos que no saben controlar adecuadamente a su harén.
lunes, 22 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario