La segunda película de Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones (1982) es una historia coral con el Madrid de la "movida" como telón de fondo. Muy infravalorada, la película es fresca, divertida y absolutamente incorrecta. Y en los tiempos que corren, ver películas "incorrectas" es todo un lujo.
En la escena, Fabio McNamara sufre el ataque de un sádico asesino, armado con un taladro. Es sólo una sesión de fotos y la sangre es de mentira pero da gusto verle retorcerse, gemir y gozar.
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