King Kong de Peter Jackson (2005) es un apabullante y a ratos muy excesivo remake del clásico de 1933. La historia es la misma -aunque alargada sin motivo- y hay más bichos y más brutalidad, las peleas, persecuciones y dentelladas parecen que no tienen final (ese T-Rex compitiendo contra Kong por la chica, bufff).
No obstante, esta película tiene de bueno que la relación entre el mono gigante y Ann Darrow (Naomi Watts) se erotiza mucho, mucho más que en la versión original. La rubia, atada y ofrecida al principio, comienza gritando, como es natural; pero según las partes van intimando, el mono deviene en un a ratos brutal, a ratos tierno compañero, una mezcla muy sugerente. Y los ojos de corderillo degollado de ella son cada vez más grandes.
Es la relación D/s con menos futuro del mundo, pero qué quieren, a mi me resulta terrible (y zoofílicamente) romántica.
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